poema (sin título)

Pasábamos nosotros días de piloto automático,


o días enteros sin comer naranjas,

sin rendirle cuentas a la gran Empresa…

En pos del bien común

silenciábamos casi siempre unas ganas deletéreas de afeitarnos las cejas.

Con palabras queríamos pinchar los terrones de nube,

y cada tanto moríamos de patadas.

Y yo -que recién llegaba de las palabras-

me ponía a afirmar que hablar no era tan necesario.

Recortábamos tarjetas de plástico en cuadraditos y las apilábamos,

hasta que uno de los cuatro se quedaba dormido

o se tiraba a la piscina.

Hacíamos buches con el alcanfor

para que se notara menos el ruido del viento...

Cada tanto llegaba un beduino,

con los dientes blancos de luna

y los pies machacados por las estaciones.

Decía algo en árabe y llegaba el invierno.

Se quedaba con nosotros mientras no le entendíamos,

y a veces hasta se aflojaba las sandalias.

Al final, creo yo que sería cuestión de que el árbol nomás soltara la fruta.